La historia de la moda está marcada por numerosos encuentros entre diseñadores que han cruzado épocas y se han influenciado profundamente unos a otros.
Entre ellos, lo más singular es Jean-Paul Gaultier y Martin Margiela — dos “extremos opuestos” cuya relación es una interacción silenciosa y fundamental.
Uno de ellos es un provocador, excesivo y símbolo de humor y erotismo que iluminó la París de los años 80 como un “pícaro de la moda”.
El otro, un “innovador más silencioso”, mantuvo su anonimato y continuó mostrando la “belleza de lo invisible” a través de la deconstrucción y reconstrucción de estructuras.
En este artículo, queremos reconsiderar cómo Gaultier y Margiela cambiaron la “forma de contar” la moda, rastreando sus intersecciones y cadenas de pensamiento, para entender que la moda es algo más que el simple diseño de prendas.
El encuentro de ambos — El surgimiento del “antifashion” en el atelier de Gaultier
En 1984, el joven Martin Margiela, recién graduado de la Academia Real de Bellas Artes de Amberes en Bruselas, llama a la puerta del atelier de Jean-Paul Gaultier.
Gaultier rápidamente lo contrata como asistente. Así comienza una relación de mentor y aprendiz que durará cuatro años.
Durante ese período, Gaultier trabajaba en lo que podría llamarse una expansión del “kitsch de lujo”. Confeccionaba corsés en vestidos, exponía lencería, y llevaba los diseños de marineros y punk a la alta costura parisina. Usaba todos los “trucos prohibidos” para destruir las viejas ideas con placer.
Margiela, influenciado por la sensibilidad de Gaultier para burlarse de lo establecido, intentaba abordar la estructura de la moda desde un ángulo completamente diferente. Mientras Gaultier perturbaba las reglas con su estética “excesiva”, Margiela buscaba cuestionar el significado mismo de las reglas con su estética de “depuración”.
La independencia de Margiela y el nacimiento de la “deconstrucción” — Una filosofía que revela el “detrás de escena” de la moda
En 1988, Martin Margiela fundó su propia maison, “Maison Margiela” (actualmente Maison Margiela), y debutó de manera impactante en la colección primavera-verano de París en 1989.
Lo que presentó no fue solo la “parte visible” de la moda, sino la “estructura” misma. Mostró el forro al exterior, no ocultó las marcas de costura, y expuso abiertamente las puntadas y cortes. A propósito, priorizó el proceso de construcción de la prenda sobre su belleza final.
Además, usó etiquetas blancas numeradas, modelos con el rostro cubierto y notas manuscritas en las invitaciones. La “anonimidad” radical reflejaba una fuerte voluntad de que la moda fuera un medio de transmisión de ideas, no solo un producto o marca.
Esta filosofía eventualmente se conocería como “deconstrucción”, y sería heredada por la escena de Amberes en los 90, así como por diseñadores como Vetements y BALENCIAGA en años posteriores.
“¿De quién es la moda?” — La pregunta que ambos plantearon
Jean-Paul Gaultier y Martin Margiela, estos dos contrastantes, comparten una pregunta central.
Es “¿De quién es la moda?”
Gaultier respondió a esta pregunta con expresiones que trascienden las fronteras fijas de género, edad y raza. En su colección “Bisexual” de 1985, hizo que modelos masculinos usaran faldas, desmantelando completamente los símbolos de género.
También incluyó modelos de tallas grandes, personas mayores y drag queens, haciendo de la “diversidad de belleza” el tema principal de sus desfiles.
Por su parte, Margiela difuminó la frontera entre “creador” y “usuario” mediante la “anonimidad” y la “visualización de la estructura”. Nunca apareció en la pasarela y rechazó incluso que su marca llevara el nombre del diseñador. En su filosofía, prevalecía la importancia de “qué se expresa” más que “quién lo hizo”, en una postura anti-consumista.
Influencia en las generaciones futuras — La continuidad de la “pregunta” y el “humor” heredados La genealogía de la “deconstrucción” que continúa con Margiela
El pensamiento de Margiela cambió radicalmente la moda desde los años 2000 en adelante.
Desde Marc Jacobs y Raf Simons hasta Demna Gvasalia de Vetements (actualmente en GUCCI), la exposición de estructuras, la valoración de la anonimidad y la duda sobre la forma misma de la moda se han convertido en elementos centrales en las marcas de lujo.
Además, la vuelta de John Galliano, criado en el atelier de Margiela, en 2014 como director artístico de la misma maison, simboliza esta influencia. Galliano fusionó una estética teatral con la “estética de reconstrucción” de Margiela, creando una “romántica anónima” de nueva generación.
El espíritu lúdico que dejó Gaultier
Por otro lado, aunque Gaultier se retiró en la primavera-verano de 2020 tras su colección de alta costura, continuó promoviendo a jóvenes diseñadores como sucesores. La colección otoño-invierno 2022, con la incorporación de Gleen Martens (Y/Project, Diesel), fue altamente valorada como un ejemplo del espíritu de “reconstrucción y juego” (consultar BoF, Dazed).
El humor y la política de Gaultier, junto con la estructura y el silencio de Margiela, han contribuido sin duda a que la moda se vuelva más polifónica y crítica.
Conclusión — Diseñadores que eligieron no hablar para romper límites
La relación entre Margiela y Gaultier no es solo una historia de mentor y discípulo.
Es un dueto de diseñadores que, por un lado, eligieron “hablar” y, por otro, “no hablar” para comunicar sus ideas.
Al cuestionar “qué es la moda” desde diferentes enfoques, hoy disfrutamos de una moda más diversa, más crítica y más libre.
El anonimato y la exageración, la construcción y el juego, el silencio y la risa. La tensión entre estos opuestos sigue sacudiendo nuestra sensibilidad.
Y aunque Margiela nunca vuelva a aparecer y Gaultier deje el escenario a las nuevas generaciones, su espíritu, reflejado en las costuras de prendas deconstruidas y en la ironía detrás de la risa, aún late en las pasarelas de todo el mundo.