John Charles Galliano (nacido en 1960 en Gibraltar) es un diseñador narrativo que definió la alta costura de los años 90 y 2000.
Destacó en Central Saint Martins y, tras desarrollar su propia marca en Londres, fue seleccionado en 1995 como diseñador de Givenchy y, en 1996, se convirtió en director artístico de Dior. La decisión de colocar a un británico en una casa francesa tradicional fue revolucionaria en su tiempo, y desde entonces, las pasarelas se convirtieron en auténticos teatros. La ropa no era solo un objeto aislado, sino una forma de arte integral donde la dirección, la música y las citas históricas resonaban entre sí.
El alfombra roja también se transformó bajo su influencia en un “escenario”. Un ejemplo emblemático fue el vestido de Dior en color Chartreuse que Nicole Kidman lució en los Premios Óscar de 1997. Al llevar la alta costura a Hollywood, cambió la relación entre celebridades y casas de lujo, y todavía se habla de ello como un “evento”. Además, en 1999, el “Saddle Bag” de Dior, que reproduce la forma asimétrica de una silla de montar, se convirtió en un ícono y en un “bolso eterno” que se revaloriza junto con la memoria del Y2K.
Al pensar en las colecciones más destacadas de Galliano, vienen a la mente conjuntos de alta costura que entrelazan historia y personajes ficticios.
Sus referencias incluyen retratos de los siglos XVIII y XIX, el exotismo oriental, los gestos de bailarines, fragmentos de uniformes militares y trajes étnicos — pero no se limitaron a simples citas; las manipulaciones en corte y materiales las traducían al cuerpo moderno. Corsés oversize, drapeados en bies y sastrería exageradamente elevada invirtieron la figura femenina de “objeto protegido” a “actuante activo”. Detrás del glamour, siempre residían la precisión en la confección y la inteligencia en el patrón.
Sin embargo, su trayectoria de gloria se truncó en 2011. Un video que mostraba comentarios racistas y antisemitas en un café de París se difundió, y fue despedido de Dior ese mismo día. En un juicio en París, fue condenado (con multa con suspensión). Este incidente enfrentó la libertad en la moda con la responsabilidad de la expresión, y desde entonces, se convirtió en un punto de partida para debates sobre “cancelación” y “reconstrucción”.
Luego, tras un período de aprendizaje y rehabilitación en la sombra, en 2014 se anunció su nombramiento como director creativo de Maison Margiela. La paradoja de recibir a un “gran director de escena” en una casa de anonimato y artesanía generó dudas inicialmente, pero él eligió una renovación “silenciosa y audaz” basada en el atelier. Desde su primera presentación en la colección artesanal (haute couture), experimentó con redefinir la relación entre tela y cuerpo, actualizando el lenguaje de la marca.
El cambio decisivo fue en la colección artesanal de primavera de 2024. Creó un “París nocturno” en un espacio subterráneo junto al Sena, evocando un mundo decadente y sensual, con un sastrería inigualable y el maquillaje “piel de vidrio” de Pat McGrath, que generó un entusiasmo que trascendió la moda. La crítica elogió la pureza “100% Galliano” y la colección fue calificada como “grabada en la historia”.
Al mismo tiempo, su “reconquista” plantea cuestiones sobre la moralidad. El documental “High & Low – John Galliano” (2024) entrelaza los arrepentimientos del propio diseñador, las intenciones de sus apoyos y la memoria de las víctimas, enfrentando al público con las condiciones del arte, la ética y el perdón. La moda no es un juego aislado de la sociedad — este trabajo recuerda esa obviedad y resulta fundamental.
En general, Galliano ha avanzado en su tiempo gracias a su “poder de convertir la ropa en narrativa”. Sus obras maestras aún viven y son transmitidas a las nuevas generaciones de diseñadores y estilistas.
Por otro lado, su trayectoria también muestra que la creatividad y la responsabilidad están estrechamente vinculadas. Es fácil solo elogiar sus obras o condenarlo por sus errores, pero ambas actitudes son superficiales.
Lo difícil es tener en cuenta ambas cosas, valorar la expresión y reconocer la fragilidad humana al mismo tiempo. La trayectoria de Galliano a finales del siglo XX y principios del XXI nos exige esa “madurez en la apreciación”.